Celaya, Gto., a 3 de diciembre de 2025.- Entre 2015 y 2025, México vivió una década marcada por cambios políticos profundos, una pandemia, una caída histórica de la pobreza… y, sin embargo, un progreso social más bien lento y frágil. El Índice de Progreso Social (IPS) permite mirar esa historia más allá del PIB: mide qué tan bien un país convierte su crecimiento económico en bienestar real para las personas, a partir de 57 indicadores en tres dimensiones: Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar y Oportunidades.

Los números: avance, pero no despegue
Si se observa la serie global del Social Progress Index para México, el país pasó de un puntaje de 66.4 en 2015 a 68.5 en 2023 (escala 0–100), con una ligera caída en los años posteriores a la pandemia y una recuperación posterior modesta. El ranking internacional de México se ha mantenido en torno al lugar 66–72 de unos 160–170 países, es decir, en la mitad de la tabla mundial: mejor que muchos países de ingreso medio, pero lejos de los líderes regionales como Chile, Uruguay o Costa Rica.
En paralelo, la versión mexicana del Índice de Progreso Social —desarrollada por «México, ¿cómo vamos?» con la metodología del Social Progress Imperative— muestra que el puntaje nacional pasó de alrededor de 60.9 puntos en 2015 a 65.8 en 2023, un incremento acumulado de 4.9 puntos, el nivel más alto desde que se mide la serie 2015–2023
En resumen: Hay mejoría, pero a un ritmo lento, México no está estancado, pero tampoco ha logrado un salto cualitativo en bienestar social, el avance es insuficiente para cerrar brechas internacionales ni resolver rezagos históricos.

Necesidades humanas básicas: la cara “positiva” del índice
El componente donde México luce mejor es el de Necesidades Humanas Básicas (nutrición, vivienda, agua, seguridad personal, etc.). En la medición global, este pilar alcanza valores cercanos a los 80–87 puntos en los últimos años, colocándose por arriba del nivel general del país y reflejando que, pese a los rezagos, México ha consolidado cierta cobertura en servicios mínimos.
Detrás de esa mejora inciden varios factores: Reducción reciente de la pobreza: entre 2018 y 2024, la proporción de personas en pobreza bajó aproximadamente de 42% a 29.6%, según estimaciones basadas en datos de INEGI y Coneval, lo que supone que más de 13 millones de personas dejaron de ser pobres; Aumento acelerado del salario mínimo y formalización laboral durante los gobiernos recientes, que elevó los ingresos de los trabajadores más pobres y mejoró sus condiciones de vida, aunque con dudas sobre la sostenibilidad de estos avances si no se acompaña de mayor productividad.
El mensaje del IPS en esta dimensión es claro: «México ha sido relativamente eficaz para mejorar el “piso mínimo” de bienestar, especialmente vía ingresos y transferencias, pero sin transformar estructuralmente las condiciones que producen pobreza y exclusión»

Fundamentos del bienestar: el freno de salud, educación y medio ambiente
La dimensión de Fundamentos del Bienestar —que incluye salud, educación básica, acceso a información y medio ambiente— es donde el progreso se vuelve mucho más lento y frágil. En las series globales, este componente se mueve apenas en una banda media (alrededor de 64–72 puntos) con variaciones leves entre 2015 y 2023.
Detrás de esos números se esconden problemas estructurales bien documentados:
Salud: México sigue entre los países de la OCDE con menor gasto público en salud por persona y una de las coberturas más frágiles. Para 2024, se estimaba que más de 44 millones de personas no tenían acceso efectivo a servicios de salud, en parte por la reconfiguración de los sistemas de aseguramiento y la insuficiencia presupuestal.
Educación: los rezagos son especialmente graves en población indígena: en 2020 el 94% de hablantes de lenguas indígenas presentaban al menos una carencia social y el 77% vivía en pobreza; casi la mitad de los niños indígenas no asistían a la escuela, y solo 17% logra entrar a la universidad.
Medio ambiente: el IPS incorpora indicadores de calidad ambiental, emisiones y protección de ecosistemas; México ha avanzado en algunos compromisos climáticos, pero enfrenta contaminación crónica del aire en grandes ciudades, sobreexplotación de acuíferos y deforestación, lo que limita sus puntajes.
El balance: se han mejorado ingresos y transferencias más rápido de lo que se ha mejorado la salud, la educación y el entorno ambiental. Eso se refleja en que el progreso social no crece al mismo ritmo que la reducción reciente de la pobreza.

Oportunidades: el talón de Aquiles
La tercera dimensión: Oportunidades, mide derechos, libertad personal, inclusión, igualdad de género y acceso a educación superior. Ahí México va claramente rezagado.
En el índice global, este pilar cae a puntajes en el entorno de 62–69 puntos, con un deterioro visible hacia 2020 y una recuperación parcial posterior.
Los factores que tiran hacia abajo este componente son conocidos:
Inseguridad y violencia persistentes, que afectan libertades, movilidad, participación social y expectativas de vida.
Estado de derecho débil, con altos niveles de impunidad, lo que socava la confianza en las instituciones y limita el ejercicio efectivo de derechos.
Brechas de género y discriminación, que frenan la participación plena de mujeres, población indígena y otros grupos en el mercado laboral, la política y la educación superior.
Por eso, aun cuando el país mejora en indicadores de pobreza monetaria o de infraestructura básica, el IPS advierte que la capacidad real de las personas para desplegar su talento y ejercer sus derechos sigue limitada.
Territorios desiguales: México avanza, pero no al mismo ritmo
Una de las aportaciones más valiosas del IPS en México es su medición por estados. Desde 2015 se publican puntajes para las 32 entidades, lo que permite ver que la brecha territorial no solo persiste, sino que cambia muy lentamente.
En 2023, el índice nacional se situó en 65.8 puntos, pero mientras la Ciudad de México se ubica a la cabeza, con fortalezas en vivienda y educación, otras entidades del sur y sureste se mantienen en la parte baja de la tabla.
Un análisis reciente señala que, aunque la calificación nacional subió de 58.6 a alrededor de 65 puntos entre 2015 y 2024, la desigualdad regional apenas se ha reducido: estados avanzan, pero las distancias entre ellos se mantienen prácticamente intactas.
Es decir: México mejora como promedio nacional, pero no se está cerrando la brecha entre el norte integrado a las cadenas globales y el sur rezagado, ni entre zonas urbanas dinámicas y periferias rurales pobres.
El impacto de la pandemia: un tropiezo que dejó cicatrices
En la serie global del Social Progress Index, México alcanza un pequeño máximo en 2020 (69.15 puntos) y después vive un ligero retroceso y estancamiento.
La explicación es relativamente clara:
La pandemia de COVID-19 golpeó con fuerza al sistema de salud y reveló carencias acumuladas: falta de personal, infraestructura y protección financiera para los hogares.
El cierre de escuelas y la educación a distancia agravaron el rezago educativo, especialmente en hogares sin conectividad ni equipos
Aunque la recuperación económica fue más rápida de lo previsto y la pobreza se redujo de forma notable entre 2022 y 2024, muchos indicadores de salud, aprendizaje y empleo formal tardan más en recuperarse y eso se refleja en el IPS.
La década 2015–2025, vista desde el índice, es la historia de un país que logra amortiguar el golpe social de la pandemia, pero al costo de debilitar servicios públicos clave y profundizar brechas preexistentes.
Comparación internacional: un país “de media tabla” que podría estar más arriba
México con una economía que ocupa el lugar 12 en razón a su PIB, sin embargo sus bajos puntajes en torno a 68 puntos y un lugar cercano al 70 en el ranking global, lo ubican como un país de ingreso medio alto con desempeño social también medio, por debajo de lo que cabría esperar si convirtiera de manera más eficiente su PIB y su apertura económica en bienestar.
En América Latina, el país queda sistemáticamente por detrás de:
Chile, Uruguay y Costa Rica, que combinan mejores sistemas de salud y educación con redes de protección social más robustas.
En algunos años también lo superan Argentina o Panamá en distintos componentes.
La conclusión de esta comparación es incómoda: México no está condenado por su nivel de ingreso, sino por sus decisiones de política pública y la debilidad de su institucionalidad para traducir crecimiento en progreso social. Otros países con recursos similares han logrado mejores puntajes.
2015–2025: lecciones y agenda pendiente
De cara a 2025 y a las futuras ediciones del Índice de Progreso Social, la década 2015–2025 deja varias lecciones:
- Sí hay progreso, pero es lento y vulnerable: avances de unos pocos puntos en una década pueden borrarse con una crisis sanitaria, económica o de violencia.
- La reducción de la pobreza y el aumento del salario mínimo, aunque positivos, no sustituyen reformas profundas en salud, educación y estado de derecho.
- Las Oportunidades (derechos, inclusión, acceso a educación superior, igualdad de género) son el mayor rezago y el principal límite al potencial de la sociedad mexicana.
- La brecha territorial obliga a pensar en políticas diferenciadas: el norte y el Bajío no requieren lo mismo que el sur-sureste o las zonas indígenas y rurales.
En términos de política pública, el IPS sugiere una agenda clara para que el próximo tramo 2025–2030 no sea otra década de “mejoras marginales”:
Invertir de forma sostenida en salud primaria y protección financiera;
Reconstruir una política educativa integral, con prioridad en primera infancia y población indígena;
Atacar la violencia y la impunidad como problemas no solo de seguridad, sino de progreso social;
Apostar por el cierre de brechas territoriales como criterio explícito de asignación de recursos e infraestructura.
Si México logra alinear crecimiento económico, estado de derecho y políticas sociales con esta brújula, el Índice de Progreso Social de 2030 podría contar una historia distinta: la de un país que por fin convirtió sus capacidades económicas en bienestar más pleno, equitativo y sostenible para la mayoría de su población.





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