Por Laurencio Covarrubias D.
Celaya, Gto., a 17 de noviembre de 2025.- La irrupción de la Generación Z en las calles mexicanas —con la Marcha Gen Z, el llamado “Movimiento del Sombrero” y una serie de protestas creativas y digitales que se multiplican en los estados— marca un punto de inflexión en la relación entre los jóvenes y el poder político. Lo que comenzó como expresiones aisladas de hartazgo por la violencia cotidiana se ha convertido en un frente nacional que exige seguridad, verdad y derechos, y que rechaza con fuerza la narrativa oficial de “otros datos” con la que, acusan, el gobierno ha intentado minimizar asesinatos, desapariciones y abusos de autoridad.
UNA GENERACIÓN QUE CRECIÓ ENTRE VIOLENCIAS
La Generación Z mexicana —quienes hoy tienen entre 15 y 28 años— es la primera en crecer completamente dentro de la era de la guerra contra el crimen organizado, la militarización de la seguridad pública y la expansión de grupos criminales en ciudades medianas y municipios rurales. Son jóvenes que nacieron o se formaron en hogares donde la violencia se volvió tema cotidiano: blockbusters cerrados por extorsiones, balaceras convertidas en trending topic, retenes improvisados y videoclips de armamento circulando más que los videos musicales.

Pero también es una generación hiperconectada, capaz de organizar protestas en cuestión de horas, viralizar testimonios de víctimas y exhibir abusos policiacos sin la intermediación de los grandes medios. Ese carácter digital ha permitido que sus reclamos se articulen más rápido y con mayor alcance que en protestas previas de jóvenes como #YoSoy132.
EL “MOVIMIENTO DEL SOMBRERO”: IDENTIDAD Y RESISTENCIA
El llamado Movimiento del Sombrero nació como un gesto simbólico frente a la inseguridad: miles de jóvenes usando un sombrero como emblema de duelo, dignidad y protesta por la violencia. El gesto, que comenzó en redes sociales, rápidamente migró a las calles, a festivales musicales y a espacios universitarios.

Los sombreros —dibujados, bordados, pintados, reales o virtuales— se han convertido en ícono de una generación que rechaza seguir normalizando ejecuciones, desapariciones y feminicidios. Cada sombrero representa una historia, un miedo, un nombre; pero también un mensaje: “No tenemos miedo de alzar la voz”.
Este movimiento logró concentrar en plazas de Monterrey, Guadalajara, CDMX, Puebla, Tijuana y Guanajuato a miles de jóvenes que corearon consignas contra la violencia armada, la impunidad y la falta de resultados en investigaciones.

MARCHA GENERACIÓN Z: EL DESBORDAMIENTO
Las manifestaciones más recientes, conocidas como Marcha Generación Z, consolidaron a este movimiento como un actor político nuevo e inesperado. Las consignas no sólo exigieron seguridad: también denunciaron el discurso gubernamental que minimiza cifras o revictimiza protestas.
Los jóvenes marcharon con pancartas que parodian o confrontan los “otros datos” oficiales: “Tus otros datos no me regresan a mi amigo”….“¿Cuántas vidas entran en una cifra maquillada?…..“Mi miedo no es percepción”
Son protestas que rompen la estética tradicional: colores neón, referencias a memes, coreografías virales, intervenciones digitales, arte urbano y performances silenciosos donde miles se sientan en el piso para representar a las víctimas invisibles.

REPRESIÓN, OMISIONES Y DESCRÉDITO: LA RESPUESTA OFICIAL
La respuesta institucional ha oscilado entre el desprestigio, la indiferencia y episodios de represión que han escalado el conflicto:
1. Minimización con “otros datos”
Las autoridades han insistido en que los indicadores delictivos “van a la baja”, en contradicción con testimonios, denuncias y datos de fiscalías estatales. Este choque entre narrativa oficial y experiencia ciudadana ha encendido aún más el enojo juvenil.
2. Criminalización del movimiento
Portavoces gubernamentales han sugerido que las marchas están “infiltradas”, que buscan “desestabilizar” o que responden a intereses opositores. En redes sociales, cuentas afines al gobierno han atacado a líderes estudiantiles o a influencers que apoyan las protestas.
3. Uso desproporcionado de la fuerza
En varios estados se han documentado empujones, encapsulamientos, uso de gas y detenciones arbitrarias contra jóvenes que se manifestaban pacíficamente. Estas imágenes se viralizaron rápidamente, reforzando la percepción de que el Estado intenta silenciar un reclamo legítimo.
4. Falta de diálogo real
Aunque algunas autoridades han ofrecido mesas de diálogo, estudiantes y activistas las describen como “simuladas” o sin resultados. No hay compromisos claros en materia de seguridad, apoyo a víctimas o mejoras en protocolos policiales.

UNA GENERACIÓN QUE NO SE PIENSA RETIRAR
La fuerza de este nuevo movimiento radica en que no depende de partidos, sindicatos, ni organizaciones tradicionales. Es descentralizado, plural y creativo. Puede nacer en un campus y expandirse a un estado en cuestión de minutos.
Además, la Generación Z ha trasladado la protesta al terreno que domina:
TikTok para narrativas virales; Instagram para estética y símbolos; X para presión política inmediata; Discord y Telegram para organización interna
Cada intento de reprimir o deslegitimar la protesta ha generado más contenido, más indignación y más adhesiones.
LA BRECHA ENTRE DATOS Y REALIDAD
La irrupción de la Generación Z en la vida pública mexicana no es una moda, sino un síntoma profundo del fracaso del Estado en garantizar seguridad, justicia y verdad para millones de jóvenes que viven entre el miedo y la incertidumbre.
El “Movimiento del Sombrero” y la Marcha Gen Z son recordatorios de que las nuevas generaciones no están dispuestas a ser espectadores pasivos. Saben organizarse, comunicar, presionar y articular sus reclamos con una potencia inédita.
Mientras el gobierno siga respondiendo con “otros datos”, desdén o represión, el movimiento crecerá. Y en ese choque entre una juventud que exige vivir y un poder que insiste en maquillarse, se está escribiendo una nueva página de la protesta social en México.





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