Celaya, Gto., a 29 de octubre de 2025.- En la mañana del 23 de octubre de 2025, durante la presentación del proyecto titulado “25 para el 25” —una iniciativa del Fondo de Cultura Económica (FCE) para distribuir 2.5 millones de libros en 14 países de América Latina— su director, Paco Ignacio Taibo II, generó una oleada de crítica por sus declaraciones respecto al criterio de selección de los autores incluidos en dicha colección.

El detonante fue su respuesta ante una pregunta sobre la baja representación de autoras —solo 7 de los 27 títulos seleccionados son de mujeres— cuando dijo: “Un poemario escrito por una mujer, horriblemente asqueroso de malo, no merece que se lo mandemos a una sala comunitaria en mitad de Guanajuato… ¿por qué hay que castigarlos (sic) con ese libro de poesía?”
El comentario, que él calificó como “desafortunado”, desencadenó protestas de escritoras, colectivos feministas y académicas que lo acusaron de reproducir estructuras patriarcales y misóginas dentro de una institución pública.

El FCE, una de las editoriales estatales de mayor peso en el ámbito hispanoamericano, ha tenido un papel histórico en la difusión literaria desde su fundación en 1934. Bajo la dirección de Taibo II, nombrado a partir de enero de 2019, el organismo se ha planteado como meta intervenir más activamente en la democratización de la lectura.

Sin embargo, este episodio ha revelado una tensión latente: la disyuntiva entre «calidad literaria» y «equidad de género», que en este caso se ha traducido en acusaciones de exclusión sistemática de voces femeninas en un proyecto editorial estatal.

En su defensa, Taibo II aseguró que el criterio de selección no se basó en cuotas de género, sino en calidad y en la representatividad regional del famoso “boom latinoamericano”. Pero la literalidad de su frase —«horriblemente asqueroso de malo» al referirse a un trabajo de mujer— fue interpretada como evidencia de un sesgo estructural que va más allá de un mal giro retórico.

Las respuestas no se hicieron esperar: escritoras, poetas, académicas y colectivos feministas se movilizaron. En la puerta de la sede de la FCE en la Ciudad de México tuvo lugar un «mitin poético» bautizado bajo el nombre de “Las Horribles”, en el que se leyó un manifiesto de condena al machismo institucional.

El pronunciamiento señalaba: “Esta no es una carta de réplica a sus declaraciones machistas y misóginas, sino una declaración de repudio total dirigida al personaje patético en el que usted se ha convertido… Deje de utilizar la infraestructura del Estado para promover su misoginia o será señalado donde quiera que se pare como el misógino institucional que intenta silenciar y denigrar a la mitad de la población.”

Entre las exigencias se encuentran la destitución de Taibo II, una disculpa pública, transparencia en los criterios editoriales del FCE y la implementación de capacitaciones en materia de género. Por el momento, la presidenta Claudia Sheinbaum manifestó que no se contempla quitar al director, a quien calificó como «un gran compañero». Al mismo tiempo, anunció la creación de una colección especial dedicada exclusivamente a autoras como medida de contención.

El suceso no solo es un escándalo mediático: tiene implicaciones profundas en el terreno de la cultura, la equidad editorial y la representación de las mujeres en los espacios de producción simbólica. Algunos puntos clave:

Visibilidad y participación: Que solo 7 de 27 títulos sean de mujeres refuerza la percepción de invisibilización de las autoras en instancias estatales de difusión literaria.

Criterio de calidad vs. sesgo de género: La apelación a la «calidad» como argumento delimitador puede invisibilizar discriminaciones y estigmatizaciones previas.

Institucionalidad y cultura: Cuando una figura al frente de un organismo público emplea expresiones como la citada, transmite un mensaje simbólico que dificulta la confianza de las creadoras en el sistema cultural.

Reacción social como fuerza de rendición de cuentas: Las protestas muestran un activismo cultural que exige que los espacios públicos no sean espejo de lógicas patriarcales.

Las declaraciones de Paco Ignacio Taibo II constituyen mucho más que una mala frase: son una señal de alarma sobre cómo las estructuras culturales estatales pueden reproducir, consciente o inconscientemente, prácticas de exclusión. La represalia social —labores de protesta, exigencias y vigilancia del sector— denota que el debate sobre género, cultura y poder no es accesorio, sino central para la legitimidad de las instituciones que gestionan la lectura, la escritura y la memoria colectiva.

El reto para el FCE —y para todas las instituciones culturales del país— será demostrar, más allá de discursos, que la equidad es un principio articulado con criterios claros, transparentes y libres de sesgos. En ese sentido, no basta con entregar libros: hay que entregar oportunidades reales de visibilidad y participación para todas las voces.

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