Celaya, Gto., a 23 de octubre de 2025.- La Presa Ignacio Allende, en San Miguel de Allende, enfrenta su peor invasión de lirio acuático en años: autoridades municipales estiman que la planta llegó a cubrir hasta 700 hectáreas del embalse, con afectaciones directas a la captación de agua, la navegación y las actividades económicas de la ribera. El propio alcalde Mauricio Trejo ha defendido las labores de retiro y exigido a Conagua mayor coordinación y permisos para continuar con la limpieza.
Detrás de la marea verde hay un problema estructural: la falta de saneamiento. Un diagnóstico difundido en septiembre apuntó que alrededor de 82% de las aguas residuales del municipio no recibe tratamiento adecuado y que la planta de tratamiento de San Miguel de Allende no opera a la capacidad requerida, condiciones que alimentan el crecimiento explosivo del lirio.

La expansión del lirio no empezó de la nada. Tras la sequía severa de 2020–2021, los bajos niveles del vaso y la descarga de residuos urbanos, agrícolas y ganaderos generaron el “caldo de cultivo” perfecto para la especie invasora, que se multiplica con rapidez en cuerpos de agua eutrofizados. El conflicto por su manejo escaló este otoño con cruces de señalamientos entre el municipio y Conagua.
En el territorio, las primeras víctimas son las comunidades y oficios que dependen de la presa. Vecinos organizados realizan faenas semanales para retirar plantas, pero denuncian que, sin una estrategia integral, sus esfuerzos son un paliativo: el lirio vuelve en cuestión de días, reduce el oxígeno disuelto, mata peces y obstruye compuertas, canales y bombas.

Conagua reconoce que el problema no se resuelve sólo con retroexcavadoras y barcazas: además del control físico del lirio, hacen falta acciones de fondo para frenar descargas clandestinas y sanear los afluentes del Río Laja que alimentan la presa. En 2022 el organismo planteó una ruta con medidas regulatorias y de saneamiento que hoy siguen siendo el punto ciego del debate local.
Mientras tanto, el costo de la inacción crece: más lirio implica más evaporación y menor disponibilidad de agua útil; más gasto público en retiros cíclicos; más riesgos para la biodiversidad y el turismo ribereño. En el Congreso local ya se abrieron mesas técnicas con Conagua, el gobierno estatal y el organismo operador para definir un plan con metas y financiamiento, pero aún no se anuncian compromisos verificables de ampliación de tratamiento y control de nutrientes.

La Presa Allende necesita algo más que brigadas fotogénicas: 1) saneamiento efectivo y fiscalización de descargas; 2) retiro mecánico sostenido con disposición y aprovechamiento del lirio (composta/biogás) para evitar su retorno a la cuenca; y 3) monitoreo público de calidad del agua y niveles. Sin esa triada, la marea verde seguirá avanzando… y con ella, la crisis.





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