Celaya, Gto., a 18 de octubre de 2025.- Por Laurencio Covarrubias D.

La desaparición del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) en México ha generado un amplio debate nacional, sobre todo cada vez que un huracán, terremoto o inundación golpea alguna región del país. Creado en 1996, el FONDEN se convirtió durante décadas en una herramienta estratégica para responder de manera inmediata a emergencias y atender a la población afectada sin someter la ayuda a trámites burocráticos lentos o decisiones políticas coyunturales. Su eliminación en 2020, bajo el argumento de combatir la corrupción y centralizar los recursos, ha dejado un vacío operativo que hoy se evidencia en retrasos, improvisación y falta de transparencia real en la gestión de desastres.

FONDEN: una estructura que funcionaba

El éxito del FONDEN radicaba en su mecanismo técnico-financiero. No era simplemente una «bolsa de dinero», sino un sistema con reglas claras: los recursos se activaban automáticamente cuando se emitía una declaratoria de emergencia, se destinaban exclusivamente a reconstrucción y atención inmediata, y contaban con supervisión federal, estatal y de organismos especializados. Esto permitió que, por ejemplo, tras los sismos de 2017 y huracanes como Wilma o Ingrid, la ayuda llegara en cuestión de horas y las obras de reparación iniciaran rápidamente.

Después del FONDEN: centralización y retrasos

Con su desaparición, los recursos para desastres pasaron a formar parte del gasto federal general, lo que implica que cada solicitud de apoyo quede sujeta a autorización presidencial o a decisiones de Hacienda. Esto no solo retrasa la reacción, sino que desprotege a los municipios más vulnerables, que dependen enteramente de la voluntad de las autoridades federales para recibir apoyo. Hoy, comunidades afectadas por huracanes como Otis en Guerrero o por inundaciones en Tabasco y Veracruz han denunciado tardanza en la entrega de ayuda, ausencia de mecanismos para censar daños y una evidente falta de coordinación interinstitucional.

La falsa narrativa del combate a la corrupción

Uno de los argumentos usados para justificar la eliminación del FONDEN fue que operaba con opacidad. Sin embargo, en lugar de fortalecer la fiscalización o corregir procedimientos, se optó por desaparecer la estructura sin ofrecer un sistema alterno eficiente. Paradójicamente, hoy resulta aún más difícil rastrear el uso del dinero destinado a emergencias, pues no hay reglas de operación claras, ni plataformas públicas de seguimiento como las que antes permitía el fondo. Surge adicionalmente la pregunta: ¿ A dónde fueron a dar los recursos del FONDEN?

Un país sísmico, vulnerable y sin blindaje financiero

México es uno de los países más expuestos a riesgos naturales en el mundo. Desmantelar un fondo especializado en prevención y respuesta fue, como han señalado diversos organismos internacionales, un error estratégico que aumenta la vulnerabilidad social y económica. Hoy, sin el FONDEN, las comunidades afectadas dependen de colectas improvisadas, apoyos militares limitados y anuncios políticos que no siempre se traducen en acciones concretas.

La urgencia de un sistema profesionalizado de emergencias

Más que un nombre o una sigla, el FONDEN representaba la institucionalización de la respuesta ante desastres. Terminar con él sin tener una alternativa sólida ha significado retroceder décadas en materia de gestión de riesgos. Ante un país que seguirá enfrentando huracanes, incendios, inundaciones y sismos, resulta indispensable recuperar —bajo otro nombre o no— un mecanismo transparente, técnico y autónomo que garantice atención inmediata y recursos asegurados para proteger lo más importante: la vida y el patrimonio de los mexicanos.

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