Estocolmo, Swe., a 11 de octubre de 2025.- El 10 de octubre de 2025 quedará grabado en la historia de Venezuela. En una ceremonia virtual realizada desde Oslo, el Comité Noruego del Nobel anunció que el Premio Nobel de la Paz de 2025 será otorgado a la venezolana María Corina Machado, como reconocimiento a su incansable lucha por la democracia y los derechos humanos en medio de un contexto político adverso.
María Corina Machado tiene 58 años y es una figura emblemática del liderazgo opositor en Venezuela. Estudió ingeniería industrial y se desempeñó en distintos cargos legislativos, pero ha ganado reconocimiento público por su activismo político más que por su carrera técnica.

En 2024 fue vetada por los tribunales del país para postularse en las elecciones presidenciales contra Nicolás Maduro, lo que obligó que otro opositor —Edmundo González Urrutia— interviniera como sustituto simbólico. Durante ese proceso, Machado decidió mantenerse en Venezuela, aunque bajo condiciones de riesgo, y tomó la decisión de permanecer en la clandestinidad para evitar su captura.
Su estilo combativo y frontal le ha valido el apelativo de “Dama de Hierro” de Venezuela. Pero no ha estado exenta de críticas: algunos sectores la acusan de adoptar posiciones políticamente polémicas, como respaldar la intervención extranjera o adoptar posturas controversiales sobre conflictos internacionales.
En su anuncio, el Comité Noruego destacó que Machado recibe el galardón “por su trabajo incansable en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica desde la dictadura a la democracia.”
El comité calificó a Machado como “uno de los ejemplos más extraordinarios del coraje civil en América Latina en tiempos recientes”. También señaló que su liderazgo ha logrado unir a facciones fragmentadas dentro de la oposición venezolana, resistir la militarización creciente del país y persistir con vocación no violenta incluso bajo amenazas severas.

En ocasiones, el comité también suele ponderar la repercusión simbólica del premio, no solo los logros concretos. En este caso, la distinción pretende arrojar luz internacional sobre la crisis venezolana y respaldar la causa democrática.
Al conocerse la noticia, grupos de derechos humanos, activistas y gobiernos democráticos expresaron su respaldo. La Fundación de Derechos Humanos (HRF) celebró que se otorgue el Nobel de la Paz a Machado, considerándolo “un homenaje para el pueblo de Venezuela”.
Machado, en su primera reacción desde su escondite, afirmó que el premio no es suyo sino del pueblo venezolano, y destacó que “la paz no es posible sin libertad”.
En un gesto llamativo, dedicó el galardón parcialmente al expresidente estadounidense Donald Trump, a quien ha visto como un aliado contra el régimen madurista. Esta dedicatoria alimentó debates sobre la politización del reconocimiento.
No faltaron voces críticas. Algunos sectores venezolanos, particularmente alineados al gobierno de Maduro, cuestionaron la legitimidad del premio y acusaron al comité Nobel de actuar con sesgos políticos.
Otro tema que generó controversia fue un sospechoso aumento en apuestas online sobre Machado como ganadora del Nobel justo antes del anuncio oficial. Las autoridades del Nobel informaron que investigarán posibles filtraciones en el proceso de selección, algo poco habitual dada la confidencialidad tradicional del premio.
Por otra parte, críticos han expuesto que algunas de las posturas de Machado sobre conflictos internacionales, como su respaldo a Israel en el conflicto de Gaza, la sitúan en terreno polémico para un laureado de la paz.

Este reconocimiento tiene múltiples dimensiones simbólicas y políticas:
- Visibilización internacional de Venezuela: En momentos en que la crisis humanitaria y el éxodo masivo venezolano se han convertido en un tema global, el Nobel pone nuevamente el foco en el país.
- Refuerzo moral a la oposición: En un ambiente de represión institucional, el galardón ofrece respaldo simbólico y puede fortalecer la legitimidad internacional de Machado y sus aliados.
- Advertencia al autoritarismo: En tiempos de ascenso de gobiernos de corte populista y autoritario en América Latina, esta decisión del Nobel puede interpretarse como un acto de solidaridad con las democracias en riesgo.
- Riesgos relacionados con la seguridad: Otorgar el premio a alguien que vive escondido implica una decisión consciente del comité sobre los riesgos que puede enfrentar Machado. El anuncio contenía referencias a esta preocupación.
El premio no garantiza el éxito político, ni una transición automática hacia la democracia en Venezuela. Las dificultades estructurales que enfrenta el país son profundas: debilitamiento institucional, control militar, sanciones internacionales, crisis económica, y una diáspora que ha mermado la base social.
Además, el camino de Machado no será fácil: su liderazgo deberá lidiar con disensos dentro de la oposición, construirse desde el exilio o la clandestinidad, y generar una estrategia capaz de articular tanto movilización interna como presión internacional.
La pregunta que muchos analistas hacen ahora es si este reconocimiento podrá traducirse en apoyos concretos: sanciones más efectivas, intervención diplomática robusta, observación internacional electoral creíble, o incluso un plan de transición negociado. Nada de eso depende del Nobel, pero el galardón puede condensar esperanzas y catalizar voluntades.
El Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado es un reconocimiento simbólico, político y emocional. Es un espaldarazo internacional para una figura que ha hecho de la resistencia pacífica su apuesta en circunstancias extremas. Pero también es un recordatorio de que pesar de los gestos simbólicos, la lucha por la democracia en Venezuela sigue siendo una tarea ardua y de largo aliento.





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