Celaya, Gto., 2 de octubre de 2025.- Cada 1 de octubre, desde hace 72 años, miles de creyentes de la Diócesis de Celaya emprenden una travesía hasta la Basílica de Guadalupe, que los une con sus raíces: la peregrinación a pie del Bajío al Tepeyac. Durante aproximadamente 10 días, los peregrinos —hombres y mujeres— atraviesan caminos y paisajes del centro de México, cargando consigo promesas, peticiones y gratitud.

La Peregrinación Varonil de la Diócesis de Celaya parte puntualmente el 1 de octubre desde algún punto representativo del municipio de Celaya, con la intención de caminar hasta el Tepeyac, en Ciudad de México, desde hace años el punto de reunión es el Sagrario del Corazón de Jesús, en la Catedral, puntualmete antes de despertar el día, a las 5:00 de la mañanadonde participan en la misa de envío, para luego recibir la bendición y comenzar con su caminar hasta postrarse ante Santa María de Guadalupe. Esta tradición inició en el año de 1952 cuando una decena de personas decidieron realizar una peregrinación al Tepeyac, auspiciados en ese entonces por el Sr. Cura de Celaya Dn. Rafael Lemus Diaz Barriga y autorizada por el Arzobispo de Morelia (a la cual pertenecía Celaya) Dn. Luis María Altamirano y Bulnes. A partir de 1953 comienza a tomar forma al invitar a más personas y así iniciar este devoto peregrinar que hoy convoca a miles de fieles que habitan las ciudades y pueblos agrupa la Diócesis de Celaya.
La peregrinación llegará el día 10 a la Basílica de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac; los peregrinossuelen partir de diferentes municipios y parroquiascomo Juventino Rosas, Acámbaro y otros. Pasan por Apaseo el Grande y Apaseo el Alto, estos municipios son puntos de encuentro y tránsito para los peregrinos; la ruta continúa hacia el estado de Querétaro, donde los peregrinos se unen a otras rutas de peregrinación; Amealco y Chapa de Mota son puntos importantes en el Estado de México por los que pasa el recorrido, en el estado de México, el monumento en Arroyo de San Rafael, sirve como un punto de descanso y celebración para los peregrinos, el Obispo de la Diócesis de Celaya, en este caso Monseñor Víctor Alejandro Aguilar Ledesma,suele presidir una celebración eucarística en este sitio para bendecir a los peregrinos y darles ánimo en su recorrido; prosiguen hacia Villa del Carbón, Cahuacán, Progreso Industrial, son algunas de las localidades por las que siguen los peregrinos antes de llegar al área metropolitana y tocar Tlalnepantla, y de ahí dirigirse a la Basílica de Guadalupe.

Durante esos días, los peregrinos experimentan una doble dimensión: el esfuerzo físico de caminar muchas horas diarias y la profundidad espiritual que acompaña el ejercicio del sacrificio por fe. Muchos relatan que el cansancio corporal se acompaña de consolaciones interiores en forma de oración, acompañamiento fraterno y encuentros con la Virgen de Guadalupe en el corazón.
No es sólo una caminata: es una metáfora viviente del camino cristiano, del cruzar desiertos –en sentido literal y simbólico– con el consuelo de la presencia de Dios y de la Madre de todos.

La peregrinación femenil: caminar juntas
Paralelamente, la Peregrinación Femenil a Pie al Tepeyac de la Diócesis de Celaya ha cobrado protagonismo y significado propio. Mujeres de las parroquias de Apaseo, Celaya y otros puntos se organizan para realizar este recorrido con carácter espiritual, acompañamiento y reflexión profunda.
Este año, el contingente femenil salió rumbo a la Basílica de Guadalupe con la expectativa de arribar el 8 de agosto. Las peregrinas conciben este viaje como una ofrenda a la Virgencita, con oraciones por sus familias, por las comunidades y por quienes sufren. Cada jornada incluye momentos de reflexión bíblica, testimonios y celebraciones litúrgicas que dan sentido al caminar compartido.

Una peregrinación de esta magnitud exige una planeación cuidadosa. La Diócesis colabora con las parroquias locales, voluntarios, Protección Civil y autoridades municipales para asegurar rutas, puntos de descanso, agua y atención médica.
Aunque no siempre se visibilizan, los desafíos están presentes: el clima variable —sol intenso por el día, frío o viento en las noches—, el estado de los caminos, la gestión de hospedajes y la atención a los peregrinos mayores o con condiciones médicas especiales. Además, mantener la unidad del grupo es clave para evitar extravíos o incidentes.
En declaraciones anteriores, desde la propia organización se ha insistido en que “no es una marcha ni un desfile”, sino un acto de devoción y humildad —por lo que cada participante debe caminar con respeto, sin protagonismos innecesarios.
Crónica de un día de Camino
Imagina el amanecer: los peregrinos despiertan antes del alba, rezan Laudes, empacan sus pertenencias mínimas y, tras un breve desayuno, emprenden la jornada. Camino arriba, se alternan tramos de silencio, rezo comunitario y cánticos guadalupanos.
Al mediodía, una pausa bajo sombra, con agua, alimentación ligera, atención de primeros auxilios y animación espiritual. En la tarde, cuando el sol declina, se reanuda la marcha rumbo al siguiente punto de descanso: escuelas, salones parroquiales, casas de colaboradores o iglesias que abren sus puertas. Al caer la noche, se celebra la eucaristía, el compartir comunitario y los testigos de fe que animan los corazones.
Los pies, a veces llagados o adoloridos, son testimonios vivientes del esfuerzo interior: cada paso es ofrecido por una intención —la salud de un familiar, la reconciliación familiar, una gracia concedida, una promesa cumplida.
“Caminar con ellas me da esperanza. Muchas venimos rezando por nuestros hijos, por los que se han ido, por quienes sufren. Cuando siento dolor en los pies, pienso que la Virgen me acompaña y me sostiene”, comparte una peregrina del contingente femenil.
Un caminante varonil comenta: “No salimos para presumir el recorrido, sino para que la Virgen nos encuentre humildes en este camino. Aquí no importa de qué parroquia vengas, lo que nos iguala es el deseo de encontrarnos con Guadalupe”.

Tras jornadas intensas, el arribar a la Basílica de la Virgen de Guadalupe —al pie del Tepeyac— es el momento cumbre. Allí, los peregrinos se reúnen para celebrar una misa solemne, renovar promesas, agradecer y contemplar la imagen guadalupana en silencio y júbilo.
La Basílica de Guadalupe, además de ser un símbolo nacional, es un punto de encuentro espiritual al que acuden millones cada año —sobre todo los días cercanos al 12 de diciembre. Para los peregrinos del Bajío, el Tepeyac no es un destino turístico, sino el corazón de su peregrinación.
Algo más que Peregrinar
La peregrinación al Tepeyac desde la Diócesis de Celaya no es sólo un acontecimiento anual, sino un semillero de comunidad. En cada etapa surgen lazos entre parroquias, se fortalecen redes de voluntarios y se alimenta la identidad del laicado que camina en comunión con sus pastores. La peregrinación visibiliza valores como la solidaridad, el cuidado mutuo, el acompañamiento espiritual y el testimonio público de la fe. Tiene también un impacto pastoral: alimenta la conciencia misionera de las comunidades, estimula la catequesis sobre la Virgen de Guadalupe y promueve la vivencia cotidiana del Evangelio más allá del trayecto.





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