Celaya, Gto., 17 de septiembre de 2025.- Celaya ha sido un punto histórico estratégico en las comunicaciones y el comercio del país. Entre los elementos que han marcado su desarrollo económico, social y cultural, el Tren ocupa un lugar central. Más que un simple medio de transporte, se convirtió en símbolo de identidad y motor de transformación para la ciudad.
El silbato del tren es, para muchos celayenses, una banda sonora inevitable de la vida cotidiana. Durante más de un siglo, el paso de los ferrocarriles cruzando la ciudad de norte a sur y de oriente a poniente, ha marcado tiempos, recuerdos y emociones. Para algunos, el tren fue símbolo de progreso y esperanza; para otros, un recordatorio de pérdidas, accidentes y rupturas. En Celaya, el tren no es sólo un medio de transporte: es un personaje que ha tejido una y mil historias en permanecen en la memoria colectiva, y en la historia de la patria.

En las Batallas de Celaya, que dieron rumbo a la Revolución Mexicana, en la lucha final entre convencionistas y constitucionalistas, unos liderados por el legendario Pancho Villa y los otros por «el manco de Celaya» Alvaro Obregón, más allá de la pólvora y las trincheras, el Tren desempeñó un papel crucial en aquel abril de 1915. El Tren no fue solo un medio de transporte: se convirtió en una arteria vital para la estrategia militar. Por un lado, permitió el traslado masivo de tropas constitucionalistas, armamento y provisiones hacia el Bajío, consolidando a Celaya como un nodo estratégico. Por otro, fue símbolo de poder y modernidad, pues quien controlaba las vías férreas controlaba la movilidad de ejércitos enteros.
Durante los combates, Obregón comprendió la importancia de este recurso. Hizo de las líneas férreas un soporte logístico para sostener a sus fuerzas y, al mismo tiempo, un punto de defensa. Las trincheras construidas en torno a las vías se convirtieron en escudos contra la caballería villista, que no pudo romper la resistencia pese a su fama de invencible.
Villa, acostumbrado a ataques rápidos y a la movilidad de su División del Norte, encontró en el tren un obstáculo y una limitación. Aunque contaba con ferrocarriles para desplazar hombres y cañones, su estrategia de caballería perdió efectividad frente a las defensas apoyadas por las líneas férreas. En este sentido, el tren representó la transición de una guerra de movimientos a una guerra de posiciones, donde la disciplina y la logística pesaron más que la velocidad.
La victoria de Obregón en Celaya no solo marcó el declive del poder villista, sino también la consolidación del tren como pieza fundamental en la historia militar mexicana. Celaya, atravesada por el ferrocarril desde finales del siglo XIX, quedó grabada en la memoria nacional no solo por la sangre derramada en sus campos, sino porque allí se demostró que el futuro de la guerra estaba ligado al hierro y al vapor.
Hoy, al recorrer las antiguas estaciones o al escuchar el silbido de los trenes que aún cruzan la ciudad, se recuerda que aquellas máquinas no solo transportaban mercancías y pasajeros: también llevaron consigo el peso de la Revolución y cambiaron el rumbo del país.

Desde finales del siglo XIX, Celaya se consolidó como un nodo ferroviario clave que conectaba a la capital del país con el norte e incluso con la costa del Golfo. El paso del Tren por el centro de la ciudad moldeó la traza urbana y la dinámica cotidiana de Celaya. El sonido del silbato, el cruce de las vías y las paradas de los convoyes se integraron a la vida diaria. La llegada del tren facilitó la salida de productos agrícolas y ganaderos de la región, al tiempo que permitió el ingreso de bienes, personas e ideas. La Estación del Tren se volvió un espacio de encuentro: ahí se despedían los migrantes, se recibían mercancías y se intercambiaban noticias, el andén se transformaba en escenario de abrazos largos y despedidas cortas.
A mediados del siglo XX, cuando Celaya era todavía una ciudad más pequeña y tranquila, la estación de tren se convirtió en punto de reunión. Ahí llegaban los migrantes que partían hacia el norte, los estudiantes que regresaban de la capital, los novios que esperaban con flores en la mano. El andén se transformaba en escenario de abrazos largos y despedidas cortas.
Sin embargo, no todas las historias son bellas. El estruendo metálico también cargó con tragedias. Las vías que atravesaban la ciudad fueron escenario de accidentes fatales y de separaciones abruptas. Muchas familias recuerdan cómo el tren, en su paso inevitable, se llevó la calma de una tarde; nostalgia de quienes partieron y nunca regresaron. “Cuando escucho el tren todavía me acuerdo de mi hermano, que se fue a buscar trabajo a Estados Unidos en los setenta y ya no volvió. El tren fue lo último que vimos de él”, confiesa don Jaime, comerciante en la zona centro.

El Tren impulsó la llegada de inversión y consolidó a Celaya como un polo logístico de relevancia nacional. Su vocación de ciudad de paso, derivó en una sociedad abierta al intercambio cultural. La música, las tradiciones y hasta la gastronomía local se enriquecieron gracias a la constante movilidad.
Hoy, con el inicio del ferroférico, libramiento que libera a la ciudad del tránsito ferroviario de carga, muchas de esas historias parecen quedar en el pasado. Sin embargo, para los celayenses, el tren seguirá siendo un símbolo: de encuentros y ausencias, de esperanza y dolor, de progreso y conflicto. Quizá el tren ya no cruce Celaya como antes, pero su eco seguirá presente en las historias familiares y en el carácter de la ciudad.

Si embargo el Tren se niega a romper su relación con Celaya, pues seguirá cruzando de oriente a poniente, trayendo y llevando personas que le darán nueva vida a la vieja Estación y el Tren que transporta mercancías, solo se alejará un poco, pues la infraestructura al sur de la ciudad, con la «Puerta Logística del Bajío», y el nuevo patio, Celaya seguirá siendo estratégico en el desarrollo del Bajío y en un Polo de Desarrollo para México, y seguramente continuará abrazando a esta bella y dinámica Ciudad de Celaya.





Deja un comentario