Celaya, Gto., agosto de 2025. Frente al reto del cambio climático, la creciente demanda eléctrica y las limitaciones de las redes de transmisión convencionales, los microgrids o microrredes eléctricas se perfilan como una alternativa estratégica para garantizar el suministro de energía en comunidades, empresas e instituciones en México y en distintas regiones del mundo.

Un microgrid es un sistema de generación y distribución eléctrica de pequeña escala, que integra diversas fuentes de energía —como paneles solares, aerogeneradores o plantas de biogás— junto con sistemas de almacenamiento y control inteligente. Su característica principal es la capacidad de operar de manera autónoma, desconectándose de la red eléctrica nacional en caso de fallas o emergencias.

En estados como Baja California, Yucatán y Chihuahua, donde la distancia con los grandes centros de generación eléctrica implica vulnerabilidades en el suministro, las microrredes representan una solución viable. Permiten asegurar electricidad a hospitales, universidades, parques industriales y comunidades rurales que de otro modo dependerían de costosos generadores de diésel.

De acuerdo con expertos del Instituto de Energías Renovables de la UNAM, el modelo de microgrids no solo fortalece la seguridad energética, sino que impulsa la descentralización y la adopción de fuentes limpias. Esto cobra relevancia en la estrategia nacional de transición energética que busca reducir en un 35% las emisiones de carbono al 2030.

En México ya existen proyectos piloto en Quintana Roo y Oaxaca, donde comunidades indígenas utilizan microrredes solares para electrificar viviendas y centros de trabajo, reduciendo costos y mejorando la calidad de vida. Al mismo tiempo, parques industriales en Guanajuato y Querétaro exploran este modelo para garantizar continuidad en sus procesos productivos, sobre todo en sectores como la automotriz y la manufactura de alta tecnología, donde una interrupción eléctrica puede representar pérdidas millonarias.

El principal desafío es la inversión inicial, que puede superar los millones de pesos dependiendo del tamaño del proyecto. Sin embargo, especialistas señalan que los costos de los sistemas fotovoltaicos y de almacenamiento en baterías han disminuido más de un 80% en la última década, lo que hace más accesible la implementación.

Otro aspecto pendiente es la regulación. La Comisión Reguladora de Energía (CRE) y la Secretaría de Energía (SENER) trabajan en lineamientos que permitan a las microgrids integrarse de manera formal al sistema eléctrico nacional, garantizando tarifas justas y un marco de operación seguro.

En un país con alta exposición a fenómenos naturales como huracanes y sismos, las microrredes ofrecen la ventaja de mantener encendidos servicios esenciales cuando la red nacional falla. Por ello, especialistas consideran que, más allá de una tendencia tecnológica, los microgrids se convierten en un instrumento clave para fortalecer la resiliencia energética de las regiones y acompañar el crecimiento económico con bases sostenibles.

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