CDMX., a 12 de agosto de 2025. — En las últimas semanas México recibió anuncios de inversiones privadas y medidas públicas dirigidas a impulsar la producción local de medicamentos e insumos médicos, un movimiento que varios analistas describen como el inicio de una verdadera apuesta por convertir al país en un hub farmacéutico para América Latina y parte del mercado norteamericano. Los anuncios, sumados a políticas de incentivo del gobierno, ponen en evidencia una convergencia entre oferta privada, demanda pública por mayor autosuficiencia y la lógica de nearshoring que ha reconfigurado las cadenas globales de suministro.

A inicios de agosto se hizo público que al menos cuatro empresas farmacéuticas —entre ellas Boehringer Ingelheim, Bayer, AstraZeneca y la firma nacional Carnot Laboratorios— presentaron proyectos por un monto combinado que supera los 12 mil millones de pesos (alrededor de 640 millones de dólares), ligados a ampliaciones de plantas, nuevas líneas de producción y fortalecimiento de capacidad exportadora. Uno de los anuncios más relevantes fue el de Boehringer Ingelheim: una expansión en su planta de Xochimilco que, según la empresa, la convertiría en su mayor planta global para producción de tabletas con una capacidad de miles de millones de unidades al año y planes de exportación a más de 40 países.
El gobierno federal ha impulsado un paquete de medidas para atraer inversión: decretos fiscales y regulatorios, prioridad en procesos de compra pública para empresas que produzcan localmente (con plazos fijados hacia 2026 en algunos anuncios) y un plan de compras masivas de medicamentos para reducir desabasto. La presidencia ha buscado combinar compras públicas (millones de paquetes e insumos contratados para 2025–2026) con la creación de polos logísticos y facilidades para asociaciones entre empresas extranjeras y centros de investigación mexicanos. Estas medidas apuntan a bajar las barreras de entrada y dar previsibilidad a inversiones de escala.

Hay varios factores simultáneos que explican el interés que México representa para la industria farmacéutica:
Proximidad al mercado de Estados Unidos: reduce tiempos y costos logísticos frente a producir en Asia.
Tendencia de nearshoring: desde 2023 se anunciaron cientos de proyectos de inversión en diversos sectores, y la farmacéutica está entre los objetivos estratégicos por el volumen y la criticidad del producto.
Capacidad industrial existente y mano de obra técnica: empresas con plantas en México pueden escalar producción o reconvertir líneas para nuevos productos.
Política pública orientada a autosuficiencia: la combinación de compras públicas y estímulos condicionados a producción local genera demanda garantizada para nuevas plantas.
Existen señales postivas para que México se consolide como un hub farmacéutico, pero la ruta no está libre de obstáculos, existen oportunidades pero también están presentes los límites.

Oportunidades
Escala y exportación: inversiones en plantas de tabletas y medicamentos genéricos permiten un punto de entrada con menor complejidad técnica y alta demanda regional. Proyectos que prioricen exportaciones pueden captar divisas y atraer cadenas de suministro (CDMOs/CDMOs).
Integración público–privada: si las compras públicas se orientan a contenido local y se mantienen plazos y transparencia, se crea un mercado doméstico que amortigua ciclos y reduce riesgo de inversión.
Límites y riesgos
Política comercial y arancelaria: la incertidumbre sobre posibles medidas arancelarias o cambios en la relación comercial con EE. UU. puede afectar inversiones y flujo de exportaciones. Analistas han señalado que la atracción de inversión puede frenarse si persiste la incertidumbre comercial.
Cadena de valor incompleta: producir tabletas es distinto a fabricar principios activos complejos, biológicos o vacunas. Para ser un hub de alto valor, México deberá atraer inversión en I+D, bioprocesos y capacidades regulatorias avanzadas.
Infraestructura y servicios especializados: disponibilidad de energía estable, logística, agua y cumplimiento de buenas prácticas de manufactura (GMP) son requisitos críticos que demandan inversión pública y privada coordinada.
Propiedad intelectual y acceso a mercados: acuerdos regulatorios, certificaciones y protección de propiedad intelectual condicionan qué tecnologías y productos se pueden producir localmente.
Si bien los anuncios de la estos días han sido esperanzadores, aún hace falta: 1) Incentivos condicionados a transferencia tecnológica. No basta con plantas; es necesario que la inversión incluya capacitación, acuerdos con universidades y transferencia de procesos para escalar capacidades locales; 2) Apoyo a CDMOs locales y encadenamiento con pymes. Para reducir costos y tiempos, las grandes firmas pueden articular proveedores locales para envases, empaques y componentes; 3) Marco regulatorio predecible y eficiente. Agilizar registros sanitarios y homologaciones sin sacrificar estándares favorecerá exportaciones; 4) Financiamiento y seguros para proyectos de capital intensivo. Los bancos y fondos deben diseñar instrumentos a largo plazo, especialmente para bioprocesos; 5) Compromisos públicos verificables. Las compras preferentes y el gasto público han de anunciarse con reglas claras y transparencia para mantener confianza.
Los anuncios recientes muestran que México está en una ventana de oportunidad: la combinación de inversiones privadas millonarias, una estrategia gubernamental orientada a la autosuficiencia y la dinámica global de nearshoring crean condiciones favorables para que el país avance hacia un hub farmacéutico regional. Sin embargo, la transformación real exigirá coherencia de políticas, llegada de capacidades tecnológicas de mayor valor, y la construcción de una cadena de suministro completa y confiable. Si esos elementos se alinean durante los próximos 3–5 años, México podría aprovechar su posición geográfica y mercado interno para convertirse en un actor relevante en la manufactura y exportación farmacéutica en América.





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