CDMX., a 5 de agosto de 2025.- Este mes de agosto se cumplen 80 años de los bombardeos atómicos que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad. El 6 y el 9 de agosto de 1945, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron blanco de las dos únicas bombas nucleares utilizadas en un conflicto armado. Ocho décadas después, el recuerdo de esos días sigue vivo, no solo en Japón, sino en todo el mundo.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó la bomba atómica Little Boy sobre Hiroshima. Tres días después, Fat Man fue arrojada sobre Nagasaki. Las explosiones arrasaron ambas ciudades, matando instantáneamente a decenas de miles de personas. Se estima que para finales de 1945, más de 200,000 personas habrían muerto como consecuencia directa o indirecta de las explosiones.
Aparte de la destrucción física, las bombas trajeron consigo un sufrimiento prolongado: los efectos de la radiación causaron enfermedades, malformaciones y muertes durante décadas. Los «hibakusha», como se conoce a los sobrevivientes, fueron testigos del infierno en la Tierra y muchos de ellos dedicaron su vida a contar su historia y a luchar por la abolición de las armas nucleares.

Este año, las ceremonias conmemorativas en ambas ciudades reunirán a líderes internacionales, hibakusha, jóvenes activistas y ciudadanos del mundo que claman por un futuro sin armas nucleares. El Primer Ministro de Japón, junto con representantes de las Naciones Unidas, reafirmaron su compromiso con la paz y el desarme, entre ellos países como Taiwan y Palestina.

En Hiroshima, miles de grullas de papel adornaron el Parque de la Paz, en un gesto inspirado en la historia de Sadako Sasaki, una niña víctima de la radiación que simboliza el deseo de paz. En Nagasaki, el próximo día 9, seguramente el Memorial será un reiterado recordatorio.
A 80 años de distancia, el mundo aún enfrenta el riesgo de un conflicto nuclear. A pesar de los tratados de no proliferación y de desarme, varias potencias siguen desarrollando y modernizando sus arsenales nucleares. En este contexto, el aniversario adquiere una relevancia crucial: no se trata solo de recordar el pasado, sino de actuar en el presente.

Los hibakusha han alzado su voz una vez más. “No queremos venganza, queremos que nadie más sufra lo que nosotros sufrimos”, dijo un sobreviviente de 96 años durante la ceremonia en Hiroshima. Su mensaje, cargado de humanidad, resuena en medio de un mundo donde la paz aún no es un hecho consumado.

Las explosiones de Hiroshima y Nagasaki no solo marcaron el final de la Segunda Guerra Mundial, sino que inauguraron la era nuclear. Ocho décadas después, ante una carrera armamentista sin precedentes y conflictos bélicos a lo largo y a lo ancho, el mundo sigue luchando con las consecuencias éticas, políticas y humanas de esa decisión. Este aniversario es, sobre todo, un llamado: a recordar, a aprender y a actuar para que el horror de 1945 nunca vuelva a repetirse.





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