Celaya, Gto., a 19 de abril de 2025.- En un ambiente cargado de solemnidad y respeto, miles de celayenses y visitantes se congregaron la noche de ayer en el corazón de Celaya para presenciar la tradicional Procesión del Silencio, una de las manifestaciones religiosas más conmovedoras de la Semana Santa en la región.

A las 18:00 hrs , el redoble pausado de los tambores marcó el inicio del recorrido. Las luces del centro histórico se atenuaron y un profundo silencio envolvió las calles mientras las cofradías comenzaban su andar. Vestidos con túnicas negras, moradas y blancas, los penitentes avanzaban descalzos, algunos cargando cruces de madera o arrastrando cadenas como muestra de penitencia y fe.

Las 19 Cofradías y más de 3000 penitentes, iniciaron la Procesión desde el Templo del Carmen y recorrió las principales calles del centro: Juárez, Hidalgo, Morelos y Álvaro Obregón, para regresar finalmente al punto de partida. A lo largo del trayecto, aguardaba los más de 40,000 devotos asistentes que acompañaron la procesión en absoluto silencio, respetando el espíritu de recogimiento que caracteriza esta ceremonia.

Las imágenes religiosas, entre ellas la Virgen de los Dolores, el Cristo del Calvario y el Santo Entierro, fueron portadas por feligreses visiblemente conmovidos, mientras se escuchaban de fondo cantos gregorianos y marchas fúnebres interpretadas por bandas locales.

“Es un momento para reflexionar, para conectar con lo espiritual y recordar el sacrificio de Cristo”, comentó doña Rosario Hernández, una vecina del barrio de San Juan que asiste a la procesión desde hace más de 30 años.

La seguridad estuvo a cargo de elementos de la policía municipal y protección civil, quienes reportaron saldo blanco durante el evento. Personal de la Cruz Roja y brigadas voluntarias también estuvieron presentes para asistir a los participantes.

Esta edición 2025 de la Procesión del Silencio no solo reafirmó su importancia como tradición religiosa, que la distingue como la segunda en antigüedad en México, sino también como una expresión cultural que ha unido a tres generaciones de celayenses en torno a la fe, el respeto y su identidad.

Para muchos, fue más que un recorrido: fue una experiencia espiritual profunda que resonó en el corazón de cada asistente, iluminando la noche con la luz de la devoción y el silencio sagrado.

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